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domingo, 19 de enero de 2020
¿Qué le pasa al cerebro cuando meditamos? La ciencia ofrece 3 beneficios
En los últimos años, la meditación se ha puesto en boga. Lo que sucede en nuestro cerebro cuando meditamos es ahora tema de estudio de la ciencia occidental, que corrobora lo que se decía muchos siglos antes desde la religión o el misticismo, pero desde un punto de vista científico.
Numerosos neurólogos han determinado los cambios que sufre el cerebro al someterlo a sesiones diarias de meditación, y todo apunta a que a través de esta disciplina se pueden lograr cambios estructurales en nuestro “centro de operaciones”.
Gracias a la neurociencia y el gran desarrollo de los estudios cerebrales, hoy existen conceptos que explican que es posible cambiar físicamente el cerebro sin cambiar la secuencia del ADN, es decir, ya no somos fatalmente lo que está escrito en nuestros genes, eso no es lo único o lo posible que nos define como seres humanos, o lo que somos. Es lo que se entiende por epigenética.
Podemos cambiar la personalidad, es posible cambiar marcas electromagnéticas grabadas en nuestras neuronas y rehacer o hacer nuevas vías de comunicación entre ellas. La meditación es un modo de producir esos cambios físicos en nuestro cerebro, y hay pruebas a través de resonancias magnéticas y electroencefalogramas realizados a personas que la practican.
En 2011, publicado después por la Psychiatry Research, un equipo psiquiátrico del Hospital General de Massachusetts realizó un estudio innovador para el momento, ya que documentaron por primera vez los efectos físicos que se producen en el cerebro cuando meditamos. Se hicieron dos grupos, el grupo de estudio y el de control, con 16 voluntarios en un programa de control del estrés llevado adelante por la Universidad de Massachusetts.
El programa incluía sesiones semanales de meditación consciente, un curso de meditación de 8 semanas y grabaciones para practicar la meditación en casa durante 30 minutos. Dos semanas antes, se tomaron resonancias magnéticas y electroencefalogramas de todos los voluntarios, y dos semanas después del estudio. Y las conclusiones que arrojó fueron inequívocas.
Efectos de la meditación
Hablaremos sólo de los efectos ocurridos en el cerebro, y de lo que las resonancias y los electroencefalogramas demostraron. Tales descubrimientos no se registraron en el grupo piloto, es decir, en el que no meditó.
Materia gris en el hipocampo
Las imágenes de resonancia magnética ubicaron un incremento en la densidad de la materia gris del hipocampo de los individuos que participaron. El hipocampo es fundamental para la memoria y el aprendizaje, pero también para la regulación de las emociones y en la autopercepción espacial.
Está ubicado en la parte interior del lóbulo temporal, y va desde la amígdala hasta el hipotálamo, lo que significa que cada hemisferio del cerebro tiene hipocampo. Se asocia a una parte de la corteza cerebral denominada arquicorteza –una región muy antigua de nuestro cerebro, evolutivamente hablando– y es por ello que el hipocampo se conecta al sistema límbico, un sistema de acción y respuesta ante los peligros.
Si bien nuestros más remotos ancestros homínidos debieron su evolución y permanencia en el mundo a esta respuesta instintiva ante las amenazas, hoy en día ya los peligros no son los mismos: ya no nos acechan leones u otros depredadores, pero la respuesta sigue siendo la misma. Una respuesta de alerta máxima en el cuerpo. Es lo que llamamos estrés. La adrenalina es necesaria cuando nos encontramos en situaciones peligrosas, permite que corramos más rápido o que seamos capaces de cargar pesos muy superiores a nuestras fuerzas, pero una vez que la situación desaparece, la adrenalina disminuye drásticamente, y la hormona del estrés, el cortisol, también debería hacerlo.
Lo que sucede en nuestro cerebro es que a través del recuerdo y de la memoria, recreamos una y otra vez la situación estresante, produciendo en el cuerpo cantidades ingentes de cortisol y adrenalina, que en lugar de ayudarnos nos dañan, se vuelven tóxicos.
Cuando meditamos, hay un incremento de materia gris en el hipocampo, lo que significa que la masa que contiene los cuerpos neuronales es más grande: hay más neuronas. La respuesta a las situaciones estresantes cambia y nos volvemos más resilientes y menos reactivos.
Menos materia gris en la amígdala
La amígdala es una parte fundamental del cerebro, está asociada al control de las emociones, desde el miedo hasta la alegría y se ubica en la parte interna del lóbulo temporal medial. Forma parte de nuestro sistema de defensa y respuesta ante situaciones amenazantes. Regula también la expresión somática de las emociones y se encarga del sentimiento consciente, es decir, del significado emocional de las experiencias.
El estudio ubicó una disminución importante de materia gris en la amígdala, lo que se conectó con una disminución significativa del estrés.
Corteza cerebral más gruesa
Otro de los hallazgos fue el engrosamiento de la corteza cerebral. Ésta es una delgada capa de células nerviosas que participa en funciones tan importantes como la percepción, la memoria o el lenguaje. El grosor está asociado al coeficiente de inteligencia.
Si bien la corteza cerebral va disminuyendo a partir de los seis años de edad como parte del proceso normal del ser humano, también es cierto que nuestro cerebro cuando meditamos cambia físicamente, y uno de los cambios que se observó fue el aumento del grosor de la corteza cerebral.
Esto es relevante porque se asocia a la neuroplasticidad cerebral, a la posibilidad que tiene el cerebro de cambiar y crecer con prácticas neurobiológicas. La meditación es una de estas prácticas.
Cuando la corteza cerebral disminuye, disminuye también el CI de las personas; pero cuando aumenta, pues también aumenta el CI.
Si estás acostumbrada/o a meditar, sabrás que los beneficios son muchos e importantes. Uno de los principales es la calma mental, el poder recuperar el enfoque y tener claridad de pensamiento.
El cerebro, como todo, requiere de una atención especial. Ayudarlo a ejercitarse resulta esencial para su desarrollo, pero no sólo para eso. El envejecimiento, algo que hasta hace pocos años se consideraba inevitable, puede revertirse notablemente a través de ciertos ejercicios y prácticas.
La meditación ayuda a generar nuevas conexiones neuronales, y eso significa una mayor actividad cerebral.
Hacer cosas distintas, como cambiar de ruta para ir al trabajo o al estudio, aprender un idioma, aprender en general cosas nuevas ayuda a que esas conexiones se hagan más numerosas. La meditación ayuda a que las conexiones se consoliden. Y así va cambiando físicamente el cerebro, con marcas electromagnéticas nuevas cuya impronta podemos controlar mediante la intención clara y las emociones elevadas, como el agradecimiento, la compasión y el entusiasmo.
Sentir estas emociones mientras se medita y asociarlas a imágenes de nosotros mismos en realidades que queremos materializar es una de las formas más seguras de cambiar el cerebro y nuestra personalidad.
Un cerebro activo es un cerebro joven, no importa la edad cronológica. Además, cuando los niveles de estrés pueden controlarse, el sistema cardiovascular comienza a funcionar correctamente, y paralelo a ello comenzarás a ver una cantidad de mejorías en tu vida y tu salud que no te imaginabas.
Los cambios en el cerebro cuando meditamos se manifiestan asimismo en todo el cuerpo. El humor mejora, la capacidad de resiliencia aumenta, la piel adquiere otro tono, la energía se desplaza por la columna vertebral, y todo eso junto es salud.
Podemos enfrentar los problemas con otra cara. Más importante aún, podemos aprender a vivir el aquí y ahora, el presente, y disfrutar la vida sin ansiedad (exceso de futuro) y sin tristeza (exceso de pasado). Sólo el presente nos ofrece las posibilidades infinitas de poder ser lo que queramos.
Autora: Maite Ayala, redactora de hermandadblanca.org
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